Con el agua al cuello, pero sin ser alarmista

Foto: José Poyatos
Otra vez con el agua al cuello y sin poder quejarse. Así se han sentido muchos vecinos de Andújar, Llanos del Sotillo, Marmolejo o San Julián, entre los que me incluye, a causa de la crecida del Guadalquivir. Por no hablar de aquellos de Villanueva de la Reina, Mengíbar, Lopera y no sé cuántos más pueblos que, otra vez, pagan las consecuencias de la falta de previsión o de sentido común.




El pasado invierno fue uno de los más lluviosos que se recuerda en Jaén. En los primeros días de enero, la comarca de Andújar se mantuvo en vilo por la crecida del río Guadalquivir que, finalmente, se acabó desbordando y causó numerosas inundaciones en varios puntos de la provincia pero, sobre todo, en el municipio iliturgitano y Marmolejo. Febrero, marzo y abril fueron unos meses de auténtica pesadilla para todos aquellos que padecieron las anegaciones.
A principios de esta semana,  los temores de los vecinos de estas dos ciudades, junto con los de la pedanía de Llanos del Sotillo y San Julián, resurgieron, ya que las intensas precipitaciones registradas en la noche del domingo al lunes y durante toda la jornada de ayer originaron una importante crecida del caudal del río. Una crecida que finalmente acabó activando la alerta y anegando las edificaciones y empresas que no deberían estar en el caudal del río.

Ya lo alertaban los residentes de Llanos del Sotillo que, desde el primer día, estaban en el Puente Romano de Andújar, junto a la alcaldesa pedánea, Trinidad Muelas, observando, con preocupación, al causante de muchos de sus dolores de cabeza. Tal es el temor que tenían, que algunos de los afectados en las anteriores riadas ya estaban, desde primeras horas de la mañana, mudando sus muebles y enseres a zonas más altas para evitar que, en caso de que el agua vuelva a anegar sus casas, se estropeen, decisión que fue la más acertada. Y es que la sensación de “desespero” se apoderó de ellos. Muchos aseguran que todavía están haciendo frente a los gastos que se derivaron de las inundaciones que se sucedieron entre enero y marzo de este año y no quieren ni pensar lo que harán si se vuelven a repetir.

La misma previsión que tuvieron ellos es la que se tenía que haber tenido antes de que empezaran las precipitaciones. Si los pantanos están a tope y registran cifras históricas, lo normal hubiera sido abrir "un poco" las compuertas", en previsión de que iba a llover durante toda una semana. Lástima que no este punto, no el cuello de botella de la presa de Marmolejo, estén en la agenda diaria. Tal vez, los que nos inundamos debamos quedarnos sin casa para conseguir que la naturaleza fluya y que el caudal del Guadalquivir no tenga una barrera que, cada vez que se traspasa, causa calamidades. Lo mismo a aquellos que dan las licencias de obras, sean de la índole que sean. Porque empresas, casas, atractivos turísticos y demás, no pueden estar por debajo del nivel del río.

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